viernes, 9 de junio de 2017

GRACIAS/THANK YOU/NAMASTÉ

Estoy en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), un hospital militar a 20 kilómetros de La Habana, 20 kilómetros que en ese momento a mí me parecen 200. Noto como la fiebre sube. No puedo dejar de seguir con la mirada el balanceo del reloj del médico mientras éste negocia con mi seguro. Ahora estoy muerta de miedo y vergüenza, a punto de hablar en el Institute of Fine Arts sobre la influencia francesa en Cuba. La fiebre es distinta pero es la misma, al igual que la ilusión de que toda esa tensión merece la pena. Todo aquél que haya llevado a término una tesis doctoral sabe esto: he pasado la mayor parte del tiempo sola. Sola en la biblioteca. Sola en un archivo de Segovia, de Sevilla, de La Habana. Sola en la Hispanic Society, en mi despacho enmoquetado de Londres, en una habitación de hotel en Asheville (NC), en una buhardilla de Maastricht, sola en mil y un trayectos de Ave que parecían siempre el mismo.

Sin embargo, los mismos que conocen ese aislamiento y la lucha constante con uno mismo, saben también, como yo, que todo esto no es posible sin ayuda. Sin un buen director de tesis, sin el encomiable trabajo de los facultativos de archivo, sin conversaciones en cafeterías y en despachos y en bares, con académicos y con amigos, con tu familia, conversaciones que a veces llegan como un rayo eléctrico desbaratando todo lo que habías pensado hasta el momento, o cargándolo de energía para impulsarte a seguir.  Con todo lo bueno y todo lo malo, recordaré estos años con mucha ternura y emoción en el futuro. Así pues, independientemente del valor científico que pueda o no resultar de esta investigación, estoy plenamente agradecida, especialmente a todos aquellos que me han ayudado a recorrer el camino.  

Quiero mencionar, en primer lugar, a los compañeros del proyecto de investigación Arquitecturas Dibujadas. Ingenieros Militares en Cuba (1764-1898), cuyo apoyo institucional y humano ha sido el principal motor de esta tesis. Gracias a Alfredo J. Morales, por brindarme esta oportunidad y sostenerla en el tiempo. A Pedro Cruz, mi compañero de beca, por su optimismo inquebrantable y por acompañarme en tantas y tantas aventuras al otro lado el Atlántico. Y, por supuesto, gracias a mi director de tesis, Miguel Ángel Castillo, porque en sus clases de Renacimiento, hace ya más de diez años, decidí que necesitaba dedicarme a esto, y por mostrarme a veces su niño interior, un tesoro que no todo el mundo tiene la oportunidad de conocer. 

La mayor parte de mi trabajo en La Habana no habría sido posible sin la inestimable ayuda de la profesora Alicia García Santana, ni la colaboración de los trabajadores del Archivo y la Biblioteca Nacional, ni todo el mimo y celo de mi familia cubana: Marta, Jimmy, Joan y Manu. A todos ellos, y a mis vecinos lindos del barrio de Cayo Hueso, gracias. A Ada Ferrer tengo que agradecerle el hacer posible mi estancia en la NYU y facilitarme el camino en todas las maneras posibles, así como a Holly Clayson por su estimulante seminario, y a los colegas con los que tuve oportunidad de compartirlo. Gracias también a Ceci y a Linda, por refugiarme en sus apartamentos del Village y Harlem, respectivamente, a Gustavo Pérez Firmat y a Sybille Fischer por colorear conmigo algunas de las zonas grises de esta investigación, a Miriam por tantas tardes en Avery Library y a mis compañeros de W 137 St. 

A Steve Pile no puedo agradecerle con palabras. Y menos en castellano. Sólo decir que ha sido un honor pensar con él y descubrir que hay espacio en la academia para todas las maneras de sentir y trabajar. Gracias a mi hogar de MK, especialmente al pequeño gran Krithick. Gracias a Javier Moscoso, a Miriam Chorne y a Jorge Alemán, por ponerme en la pista de las emociones y el psicoanálisis como valor epistemológico. A mis compañeros y amigos de Lecturas Comunes, por toda la sabiduría y el amor que habéis traído a este trabajo. Vaya también mi Agradecimiento mayúsculo al extraordinario personal del Archivo General Militar de Madrid, un lugar que considero mi hogar y donde han ocurrido las cosas más bellas.

Gracias a esos amigos que, por casualidades de la vida, han transcendido el ámbito personal y han acabado sembrando flores en el campo de batalla: Sergio, Carmen, Alejandra. Gracias también a Carlos por poner mi cabeza en un plano, literalmente. Gracias a Juan Cruz y al pequeño milagro de Piedra Papel Libros. Gracias a Amparo de Andrés, a mis compañeros de góspel, a Beyoncé Giselle Knowles-Carter, a mis maestros de yoga, a mis loritos, a Cuéntame, y a todas las mujeres que se empeñan en mejorar esta profesión. Y lo consiguen. En vosotros he encontrado la paz, energía e inspiración necesarias para sobrellevar las etapas más duras.  
Con mi familia y amigos he experimentado una gratitud y un amor difíciles de registrar aquí. Amigos. Nadie más. El resto es selva, como diría el poeta. A mi camada del Arcángel, y especialmente a Julia, las Anas y Celia, porque crecer con vosotros es un regalo. A mis marujas del alma y mis hermanas de Villager. A Nacho, Ana Clara, Marta, Luna, Irene, Cris. A mi compañera de piso y Delicias, Teresa Bellón. A mi abuelo Garcilaso, por su ejemplo intachable y su infinita ternura. A tía Pili, mi madrina querida, os siento sonreír desde arriba. A mi familia gallega, la red más surrealista, pero más segura que conozco, en especial a mi abuela Maruja, cuyo espíritu llevo siempre conmigo. 

Y por último, y más importante: A mi madre, por enseñarme a leer, a escribir y a vivir, aunque no sé muy bien en qué orden; a mi padre, por hacer saltar en mí la chispa de la curiosidad, y poseer la melodía secreta que me apacigua siempre. A mi hermana María, mi alma gemela, el ser vivo más extraordinario que conozco.  Todo lo que hago lleva y llevará siempre vuestra dulce huella. De todo corazón….GRACIAS.  
 Ana Amigo 
Junio de 2017