domingo, 9 de octubre de 2016

LA CREATIVIDAD NO SE PUEDE CAPITALIZAR


Y poco más se puede decir cuando grandes muy grandes ya han garabateado este problema muy eficazmente en el pasado. Baste mencionar, para el caso de las Humanidades, a Nuccio Ordine (La inutilidad de lo inútil), y para la toxicidad burocrática a David Graeber (La utopía de las normas): 

Mi conocimiento procede en gran parte de universidades, tanto del Reino Unido como de Estados Unidos. En ambos países, en los últimos treinta años se ha vivido una auténtica explosión de la proporción de horas dedicadas al papeleo administrativo, a expensas de casi todo lo demás. En mi propia universidad, por ejemplo, no sólo tenemos más personal administrativo que docente, sino que también se espera que los docentes pasen al menos el mismo tiempo realizando tareas administrativas que la suma del tiempo dedicado a la investigación y a dar clases. Esto sucede más o menos en todas las universidades del mundo. Esta explosión del papeleo es, a su vez, consecuencia directa de la introducción de técnicas de gestión corporativas, que siempre se justifican en términos de aumentar la eficacia, introduciendo la competición en todos los niveles. En la práctica, lo que estas técnicas de gestión acaban significando es que todo el mundo se pasa la mayor parte del tiempo intentando vender cosas a todos los demás: propuestas de becas, propuestas de libros, evaluaciones de nuestros colegas, prospectos para nuevas carreras interdisciplinarias, institutos, talleres de conferencias y las universidades mismas, que ahora se han convertido en marcas que comercializar para eventuales estudiante o colaboradores. Le mercadotecnia y las relaciones públicas han acabado por abarcar todos los aspectos de la vida universitaria. La consecuencia es un mar de documentos que tratan de impulsar la imaginación y la creatividad, dispuestos en un entorno que parece creado ex profeso para estrangular antes de que nazca cualquier manifestación de imaginación y creatividad.

Sin embargo hay una cosa que nadie menciona y a mí me preocupa soberanamente. No se trata sólo de la capitalización externa de la universidad como institución en las últimas décadas. Seamos honestos. La universidad está capitalizada hasta la médula -estructuralmente-  en la medida en que, como centro de generación de poder, lo distribuye y comercializa a través de las relaciones personales. Y no hablamos de una anécdota del departamento de al lado. Es que la universidad funciona así. Y en concreto el caso de España se lleva la palma, empezando desde los cimientos de la carrera del investigador, porque son pocos los doctorandos que eligen tema de investigación. Hay una beca, y para acceder a esa beca, si quieres, te dejamos investigar este tema, te concedemos el favor de investigar este tema que, además, a nosotros nos viene de puta madre. Hay variables en este asunto pero en términos generales la dinámica es esta. Incluso las mejores intenciones acaban en este tipo de soluciones, porque no hay alternativa. ¿Dónde deja esto la creatividad y la imaginación, por volver a los términos de Graeber? Quien pueda que se las arregle y consiga hacer de estas condiciones un escenario creativo y, quien no, a formar parte del ejército de burócratas de las próximas generaciones. Yo sé que tiene que haber una respuesta de tipo ético a esta mierda, sé que la tiene que haber, porque por mucho que teoricemos, si no volvemos a la ética, os digo yo que no salimos del hoyo. 

Y hasta aquí mi sermón de hoy. Feliz domingo. 


viernes, 7 de octubre de 2016

#TEAMMARSHALL



To be honest, I never thought I'd found myself talking this much about modernity and capitalism. I don't even know if this trend of thought is part of my personal life, part of those intense bed talks with my boyfriend, a chapter or my PhD dissertation or it's just that life has pushed me here for no reason at all. But the facts are the facts, and here's where I am now.  


A couple of months ago, I published some personal opinion about Foucault's hype. And here I go again, finding myself through the wise words of Marshall Bernan. Amen.



After being subjected to this for a while, we realize there is no freedom in Foucault's world, because his language forms a seamless web, a cage far more airtight than anything Weber ever dreamed of, into which no life can break. The mystery is why so many today's intellectuals seem to want to choke in with him. The answer, I suspect, is that Foucault offers a generation of refugees from the 1960's a world-historical alibi for the sense of passivity and helpless that gripped so many of us in the 1970's [I rather say today]