martes, 17 de marzo de 2015

La nueva Babilonia, o el departamento de Arte II


QUERIDO LECTOR: Nunca me he sentido orgullosa de este trabajito del máster. Más bien lo hice para salir del paso y, de hecho, es bastante notable la falta de aparato crítico y de un buen cuerpo de ensayo que hilvane decentemente todas mis notas literarias. Sin embargo, al encontrar elementos de mi escrito en areneros ajenos al mío propio, me veo en la obligación de hacerlo público (tal cual fue entregado en su día, hace ya tres años) para que no sólo una persona, sino todas las que quieran, aprovechen mis lecturas y se sirvan de ellas para futuras investigaciones.  

PD: He tenido que prescindir de las imágenes que ilustraban el trabajo, y me temo también que el orden de las notas a pie se ha podido desorganizar con el paso de Word al presente formato. Disculpen también estos contratiempos. 




LA NUEVA
BABILONIA
Teatro, Villa y Corte en el Madrid del Siglo de Oro
                                                            

ANA AMIGO REQUEJO
LA CORTE. ARTE, ARTISTAS Y MECENAS
Prof. Dra. BEATRIZ BLASCO ESQUIVIAS
Junio 2012



Hermosa Babilonia en que he nacido
para fábula tuya tantos años,
sepultura de propios y extraños,
centro apacible, dulce, patrio nido.

Lope de Vega



ÍNDICE

I.              INTRODUCCIÓN. MADRID, ESCENARIO DE LA CORTE…………………………………………………………4

II.           EL TEATRO DEL SIGLO DE ORO COMO FUENTE PARA EL ESTUDIO DE LA VILLA Y CORTE DE MADRID……………………………………………………….7

III.        ANÁLISIS CRÍTICO DE LOS TÓPICOS LITERARIOS

3.1. Medio ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua …………………………………………………………….10
3.2. La nueva Babilonia ……………………………………….12
3.3. Hitos en el entramado urbano …………………………..14
3.4. El espacio doméstico ……………………………………18
3.5. Vida cotidiana …………………………………………….19


IV.         APÉNDICE DE TEXTOS

4.1. Medio ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua …………………………………………………………….23
4.2. La nueva Babilonia ……………………………………….24
4.3. Hitos en el entramado urbano …………………………...26
4.4. El espacio doméstico ……………………………………30
4.5. Vida cotidiana ……………………………………………31


V.            BIBLIOGRAFÍA……………………………………………….33




I.             INTRODUCCIÓN. MADRID, ESCENARIO DE LA CORTE

Tras el establecimiento permanente de la Corte en la Villa de Madrid[1], la ciudad adquiere un alto grado de significación en numerosos aspectos. Uno de ellos, quizá no el más importante, pero sí tremendamente enriquecedor para el estudio de la nueva configuración urbanística y humana de la Villa, lo constituye el teatro. Pero no sólo el hecho de cómo la ciudad de Madrid aparece representada en el teatro del Siglo de Oro, un género autorreferencial elaborado por, para y con motivos madrileños contemporáneos, sino también esa teatralidad de la que se reviste el núcleo urbano al reconfigurarse, por deseo y mandato de Felipe II, como nuevo y definitivo escenario de la Corte de los Austrias. Es decir, Madrid como objeto de inspiración y representación en los argumentos de obras dramáticas del siglo XVII, pero también como sujeto teatral en sí mismo.  
           Catalina Buezo señaló en su libro El carnaval y otras procesiones burlescas del viejo Madrid que “…si en el siglo XVII la actividad teatral aparece como un pasatiempo habitual dotado de un espacio fijo propio-los corrales de comedias-, simultáneamente el teatro desborda los tablados escénicos y el hombre barroco participa en las diversiones públicas de una manera “teatralizada”. De ahí que lo encontremos tan ricamente ataviado y bienandante en aristocráticas mascaradas como en sus diarios paseos, consciente de que la vida es representación y el mundo un teatro en el que él encarna un papel determinado, según su posición social”[2]. Este aspecto del cortesano como personaje que ha de impostar mediante sus actos y apariencia una serie de valores es un hecho del que ya se había hecho eco Emilio Orozco Díaz[3]. Asimismo, para Bouza este juego de representación no puede entenderse sin asociarse a un intento de preservación de jerarquías intrínsecas a la sociedad estamental[4].
     
          Todo ello en referencia al componente humano de esta representación colectiva que era el Madrid de tiempos áureos, pero todavía nos quedaría por desentrañar el elemento “estático”- si bien no es éste el término más ajustado a las circunstancias-, esto es, la configuración de una morfología urbana asimilable a los montajes escenográficos.
Con respecto a este asunto, Alicia Cámara opina de la siguiente manera: “El urbanismo en esta época tuvo unos componentes de teatralidad que han sido subrayados por todos aquellos que han estudiado las fiestas que tenían por escenario las ciudades. La palabra teatro se utilizó en muchas ocasiones referida a las ciudades. […] A veces la celebración de unas fiestas llevó aparejada una modernización no efímera, sino definitiva, de alguna zona de la ciudad, y, así, por ejemplo, para recibir a los reyes en 1599, la Villa de Madrid derribó casas para ensanchar las calles, y en 1606, para celebrar la vuelta de la Corte, aparte de empedrarse algunas calles, se derribaron casas junto al Palacio para facilitar el paso de los coches”[5]

      Tampoco debemos eludir hechos como el que recoge Simón Díaz en una de sus compilaciones matritenses: con motivo del bautizo del príncipe don Fernando se configuró, emulando la más ingeniosa tramoya, un pasadizo elevado y debidamente ornamentado que comunicaba la habitación de las infantas en el Alcázar con el templo de San Gil, donde debía celebrarse el sacramento[6].  En este sentido también resultan interesantes los estudios realizados por Luis Moya Blanco, quien compara la escena fija del teatro olímpico de Vincenza y su famosa perspectiva de tres calles decoradas,  con la Plaza Mayor de  Madrid  y la composición de los arcos de salida de las calles, así como otras coincidencias aleatorias producidas entre el teatro tipo palladiano y los espacios generados en plazas como la de Santo Domingo con las calles de la tela de araña que confluyen en ella[7].
            Así pues, confirmado ese “urbanismo de teatro” del que Madrid hizo partícipes a sus habitantes, discutamos ahora la potencialidad de los propios textos literarios como herramientas filológico-arqueológicas absolutamente válidas para la recreación del paisaje y la vida urbanos generados a consecuencia del avenimiento de la Corte.


I.             EL TEATRO DEL SIGLO DE ORO COMO FUENTE PARA EL ESTUDIO DE LA VILLA Y CORTE DE MADRID

        
          “Los eruditos que investigan el pasado de las ciudades a través de los documentos conservados en archivos y bibliotecas, a veces se autolimitan al estudio de lo local-este es el caso de muchos “madrileñistas”-sin ahondar en los que son denominadores comunes y universales a toda aglomeración humana importante. Sus obras, muy útiles y meritorias, tienen a veces que ver con lo pintoresco, con la literatura costumbrista”[8].

          Frente a las observaciones de Antonio Bonet Correa, y en contra de lo que en ocasiones pueda parecer, la comedia urbana o de capa y espada proporciona datos concretos de la urbe madrileña sin caer en el tópico costumbrista que en ocasiones adquieren los burocráticas bandos de la Sala de Alcaldes de la Casa y Corte, de la Junta de Policía y Ornato-establecida en 1591-, del Concejo Municipal, o incluso aquéllas de matriz menos canónica como las Antigüedades de Rodrigo Caro o las Crónicas de Gil González Dávila y otros viajeros extranjeros. Es decir, sigue existiendo una forma dirigida de presentar la ciudad y, por tanto, de ensalzar determinados valores, pero la libertad y el ingenio dramáticos permiten a veces recabar en aspectos a los que tácitamente estaba prohibido aludir en los documentos expedidos de manera oficial, de ahí la imperante necesidad de contrastar ambas fuentes de información para llegar al retrato más fidedigno posible del Madrid objeto de nuestro estudio.
    
          En esta línea de investigación ha trabajado recientemente el filólogo Manuel Cornejo, quien rechaza el arquetipo costumbrista asociado a las comedias urbanas de Lope de Vega: “En El sembrar en buena tierra, la pintura del espacio dramático madrileño dista mucho de tener un papel meramente ornamental. Partiendo de una selección arquetípica de topónimos, Lope de Vega crea un sinfín de variaciones metafóricas que elaboran imágenes antitéticas de un Madrid en interacción permanente con las dramatis personae. La remodelación del espacio urbano se inserta de manera plenamente coherente en una acción destinada a enfatizar mediante todos los recursos poéticos la tensión existente entre amor e interés, entre generosidad y codicia. Conforme progresa la acción se van difuminando las imágenes más amenazadoras de Madrid como ciudad venal, gracias a una risa de inversión, que se va afirmando un Madrid festivo propicio al amor verdadero”[9].
          Este mismo autor se percató de que incluso podían quedar registrados episodios de carácter urbano que a veces pasaban desapercibidos. Un ejemplo es el retrato arquetípico que da Félix en El sembrar en nueva tierra, quien remite a la lenta remodelación del Alcázar entre 1608 y 1630 y el provisional descubrimiento de la fachada principal en 1623 con motivo de la visita a Madrid del príncipe de Gales:

Otra iremos a Palacio,
que ya tiene descubierta
la cortina de la cara,
aunque la tiene imperfecta;
otra a la Casa del Campo,
bosques, jardines y huertas,
no olvidando a Manzanares
las jabonadas riberas,
que por la falta del río
descubren islas de arena[10].

          La tensión entre realidad histórica y realidad representada se pone de especial manifiesto cuando se trata de abordar las fiestas populares, escasamente protagonistas de los textos oficiales y relegadas a la literatura de cordel, donde la información se registra de una forma precaria y, en ocasiones,  sensacionalista. Al ciclo litúrgico y cortesano oficial se superponía otro conjunto de eventos de carácter netamente popular, casi siempre regidos por el orden estacional del calendario agrícola.  Simón Palmer nos habla de toda una serie de romerías que transcurrían entre la Plaza Mayor y la basílica de Atocha, así como vías que llevaban a las ermitas de de San Blas, el Santo Ángel, San Isidro, El Sotillo y el Trapillo y que concluían con el desarrollo de bailes, meriendas y juegos y, en definitiva, esparcimiento colectivo[11].



II.         ANÁLISIS CRÍTICO DE LOS TÓPICOS LITERARIOS


2.1.                  Medio ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua.

2.1.1.             Clima, luz y vientos.

                    La relación de pequeñas observaciones que se presenta a continuación tiene un carácter deliberadamente conciso, con el que se pretende transmitir la importancia de sumergirse en este corpus literario para comprobar que en el transcurso de estos pasajes es posible encontrar argumentos tan legítimos como aquéllos registrados en el fondo de un archivo. 

          “En el siglo XVII, con un criterio más realista, Velázquez captó como nadie lo había hecho hasta entonces, en el fondo de sus cuadros, la sutil luz de Madrid y de la sierra de Guadarrama”[12]. No solamente, como nos relata Antonio Bonet, los pintores captaron y celebraron con su arte los limpios y livianos cielos de Madrid, sirvan de ejemplo los testimonios de Tirso y Lope, respectivamente.


Que aunque es confusión Madrid
tiene mucha claridad su cielo[13].



Frescos vientos de Madrid,
que en las mañanas y tardes
venís de las altas sierras
a refrescarle y bañarle,
traed de sus pardas nubes
algunos toldos que tapen
estos tapetes de flores,
que al alba las hojas abren[14].


          En este sentido, no sólo encontraremos menciones positivas al clima de la Corte; uno de los aspectos más criticados en la literatura será el desagradable calor de los meses de verano. Pongamos como ejemplo estos versos de La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón:

El calor
del ardiente y seco estío
me ha afligido de tal suerte,
que no pudiera llevallo,
señor, a no mitigallo
con la esperanza de verte.


2.1.2.             El enano Manzanares.

          Mucho se ha hablado ya del componente legendario y las consecuentes etimologías madrileñas derivadas de la abundancia y calidad de sus aguas subterráneas- así como su efectivo sistema de qanats y recolección de origen islámico-, factor que se contrapone casi histriónicamente con la escasez del caudal del río Manzanares. Mofas aparte, hay quien ha querido interpretar este tipo de críticas, dirigidas también muchas veces a la magnificencia extrema del Puente de Segovia, como un intento de poner en evidencia la fatuidad y ostentación de la nueva corte frente a su verdadero potencial.

        Conocidísimos son los versos de Góngora dedicados A una crecida del río Manzanares (1627):

Duélete de esa puente, Manzanares,
mira que dice por ahí la gente
que no eres río para media puente
y que ella es puente para treinta mares.
Hoy arrogante te ha brotado a pares
húmidas crestas tu soberbia frente,
y ayer me dijo humilde tu corriente
que eran en marzo los Caniculares.
Por el alma de aquel que ha pretendido
con cuatro dracmas de agua de lluvia
purgar la villa, y darte lo purgado,
¿Cómo ayer te vi en pena, y hoy en gloria?
Medí, como has menguado y has crecido.
Bebíome un asno ayer, y
hoy me ha meado[15].



2.2.                 La nueva Babilonia.


          El epíteto “nueva Babilonia”, “Babilonia de España” y otras variantes del topónimo veteotestamentario, se aplica con frecuencia a la ciudad de Madrid en los textos literarios del Siglo de Oro. Se trata de una suerte de noción psicológica común, un especie de malestar generalizado que reacciona contra el caos, la aglomeración de extranjeros y la práctica habitual del engaño para conseguir lo que se quiere en un marco que, recordemos, crece de manera orgánica sin atenerse las normas de decoro urbanístico- sin sanción legal, por aquel entonces. 

          Nuevamente, parece que Manuel Cornejo tiene las claves de lectura para este fenómeno literario: “Desde el íncipit de la comedia, Madrid se presenta implícitamente como un espacio amenazador y temible para los forasteros- los no madrileños-, quienes se asemejan a intrusos, perdidos en la inmensidad de la gran ciudad desconocida. […] El paralelismo entre la caracterización negativa de la dama pedigüeña y la visión arrolladora de la ciudad es tal que podríamos preguntarnos si es la venalidad de Prudencia la que influye en el retrato ambiguo de la urbe, o si es al contrario Madrid, al mismo tiempo ciudad y Corte, la que favorece el surgir de tipos humanos viles” [16].

Así hablaban Lope y Calderón, respectivamente:


Santiago el Verde

¡Ah, Babilonia! ¡Cuán confusamente
cubres tu error con máquinas de encantos,
donde no puede prevenir los daños
quien en el alma los agravios siente!
La variedad de lenguas y de gente
sobredora pacífica tus daños.
Dichoso el que sintió tus desengaños
antes que le saliesen a la frente[17].



Hombre pobre todo es trazas

Después que por la pendencia
que refieres, yo salí
de Granada, y vine a ver
la gran villa de Madrid:
esta nueva Babilonia,
donde verás confundir
en variedades y lenguas
el ingenio más sutil,
esta esfera soberana,
tronco, dosel y cénit
de un sol español, que viva
eternos siglos feliz[18].
2.3.                 Hitos en el entramado urbano.

2.3.1.             La Plaza Mayor.

          A pesar de los aspectos menesterosos de la Villa, siempre se significaron algunos espacios en el interior del entramado urbano de Madrid, dotados de una potente arquitectura o de un componente social específico que los hacía destacar en la tela de araña de la ciudad. Uno de estos hitos urbanísticos lo constituyó la Plaza Mayor, que le merece a Julián Gállego las siguientes palabras: “Dentro de esta urbanización tan frágil y tan somera, la Plaza Mayor destaca como un auténtico coliseo, como el salón de fiestas del pueblo y de la nobleza de Madrid”[19].

          No obstante, a pesar de esta monumentalidad, los ciudadanos madrileños siempre preservaron la idea de que la plaza había sido remodelada de un espacio subsidiario precedente. Así la presentaba Tirso de Molina en Quien calla otorga:

-       Chinchilla: Una plaza generosa…

-       Don Rodrigo: Dime mucho desa plaza.

-       Chinchilla: Que ésta, sin ser despensero,
     a puras sisas medraba[20].








2.3.2.            La Puerta del Sol.

[…] y mira que ya hemos llegado a la Puerta del Sol, que es uno de los mejores sitios que tiene Madrid, pues es su plaza de armas, siempre llena de soldados, cuyo capitán herido y vencedor se ha retirado a la victoria de sus hazañas, teniendo en centinela a su alférez mayor enarbolando la bandera del Buen Suceso, dejando por sitio señalado para la inocencia que no tiene culpa la fuerza de la Inclusa. Este sitio de resplandores , con razón llamado del Sol, es abundante de muchas cosas y nombrado no sólo en Madrid, pero en las más partes del mundo.[1]
             

1.1.1.              La Calle Mayor.

          Lugar teatral por excelencia, abarrotado de comercios y coches, la Calle Mayor se configuró como una de las arterias principales del Madrid del XVII.



Tirso de Molina: La celosa de sí misma.


Melchor: ¡Brava calle!

Ventura: Es la Mayor, donde
se vende el amor a varas,
medida y peso.

Melchor: Como yo nunca salí
de León, lugar tan corto,
quedo en este mar absorto.

Ventura: ¿Mar dices? Llámale así,
que ese apellido le da
quien se atreve a navegalle,
y advierte que es esta calle
la canal de Bahamá.
Cada tienda es la Bermuda;
cada mercader inglés,
pechelingue, u holandés,
que a todo bajel desnuda.
Cada manto es un escollo.
Dios te libre de que encalle
la bolsa por esta calle[2].


Lope de Vega: El sembrar en nueva tierra.

Es mar la Calle Mayor
y sus tiendas las sirenas
que llaman, de engaños
llenas, al galán que tiene amor.





1.1.2.             Las gradas de San Felipe.

          Con la instalación de la Corte en Madrid, muchos soldados, procedentes en su mayoría de Flandes, se asentaron en la ciudad, ociosos, esperando cobrar las mercedes atrasadas. Una de sus actividades favoritas era rondar las gradas de San Felipe, junto al templo de San Agustín, donde charlaban animadamente, las más de las veces, bulos y calumnias.

          Lope de Vega: De cuándo acá nos vino.

-       Leonardo: Él está limpio y galán.
¿Cómo llaman este puesto?

-       Beltrán:  
Las Gradas de San Felipe.

-       Leonardo:
¡Ahora mis dudas disipe,
tantos soldados! ¿Qué es esto?

-       Beltrán: Es todo Flandes.

-       Leonardo: ¿Aquí?

-       Beltrán: Italia y Francia.

-       Leonardo:  Ya veo
tanta gente, que no creo en mi suerte.

-       Beltrán: Pues yo sí.
No te asuste lo que ves,
mentidero de soldados,
perezosos, confiados,
de la verdad el envés;
porque, como ya imagino,
si la bolsa nos flanquea
antes que el Rey nos provea,
tomaremos el camino[3].


1.1.3.             El Prado Viejo.


          Para estudiar el Paseo del Prado en la literatura es imprescindible consultar la tesis doctoral de Pilar Lorenzo Velasco[4], que no sólo nos habla de espisodios anecdóticos de galanteo, comercio o duelos, sino que explica aspectos fundamentales relacionados con las fuentes como puede ser la realización de la llamada “marea”, procedimiento por el cual se volcaba el agua de las numerosas fuentes que jalonaban el paseo para evacuar las inmundicias o apaciguar la polvareda estival. La falta de pavimento fue la causa de la menor afluencia de gente durante el periodo invernal.



1.2.                  El espacio doméstico.

          “Casas con puertas que salen a dos calles distintas; puertas internas disimuladas por alacenas o tabiques; retretes y camarines que se transforman en socorridos escondrijos; rejas como lugares de cita entre enamorados; ventanas de las que el galán sorprendido por padres o hermanos de su dama puede arrojarse a la calle…Calderón, en sus comedias urbanas, explota todas las posibilidades que puede ofrecerle, para la construcción de la intriga, la configuración de las casas particulares de la media nobleza que vive en la Villa y corte”[5].
Baltasar Gracián: El Criticón.

 Llegaron a una casa que en la apariencia aun no prometía comodidad, cuanto menos magnificencia, extrañándolo harto Andrenio. Mas luego que fue entrando, parecióle haber topado el mismo alcázar de la autora, porque tenía las entradas buenas a un patio muy desahogado, teatro capaz de maravillosas apariencias, y aun toda la casa era harto desenfadada[6].


1.3.                  Vida cotidiana.

1.3.1.             El tráfico de coches

Lope de Vega

Conforme fuese el comprarle,
que está la Corte de coches
como el mar con varias naves.
Hay coches, urcas flamencas,
coches, galeras reales
coches, naves de alto borde,
coches, pequeños patajes,
coches, ingleses baúles,
coches, cofres alemanes,
de correr por tantas partes.

[…] Porque tener hambre y coche,
no es coche, sino cochambre.

Tirso de Molina

La multitud de los coches,
en Egipto fuera plaga,
si autoridad en Madrid.
No se tiene por honrada
mujer que no se cochea;
y tan adelante pasa,
que una pastelera dicen
habre comprado una caja,
tirada de dos rocines,
que traen la harina que gasta,
en que sábados y viernes
se pasea autorizada;
pero en viniendo el domingo,
hasta el fin de la semana,
trueca el coche por el horno,
y el abano por la pala,
los mozos que pastelizan
son cocheros por su tanda;
con que nuestra pastelera
va, aunque, gorda, sancochada.


1.3.2.             Ferias, venta ambulante y otras actividades comerciales.

Según José Simón, en 1447 Juan II de Castilla concede a la Villa de Madrid el privilegio de celebrar dos fiestas francas cada año en los días de San Miguel y de San Mateo, aunque la realidad cotidiana demostrase que se organizaban varios eventos de estas características al año. En este sentido, es interesante analizar el texto de Las ferias de Madrid (1609), firmado por Lope de Vega[7].

          En este sentido es interesante revisar la obra de Miguel Herrero sobre el ejercicio de los oficios populares en el Madrid de Lope de Vega:


Cosas la Corte sustenta
que no sé cómo es posible.
¡Quién ve tantas diferencias
de personas y de oficios,
vendiendo cosas diversas.
Bulos, bolillos, bizcochos,
turrón, castañas, muñecas,
bocados de mermelada,
levarios y conservas,
mil figurillas de azúcar,
flores, rosarios, rosetas,
rosquillas y mazapanes,
aguardiente y canela;
calendarios, relaciones,
pronósticos, obras nuevas[8].




1.3.3.             El problema de los mendigos y ociosos.

Opúsculo de B. Leonardo de Argensola: De cómo se remediarán los vicios de la corte, y que no acuda a ella tanta gente inútil (1600).
                
          Cuanto a los que vienen a pretender, si son hombres que siguen la guerra, es dañosísima su asistencia, por el ocio y la necesidad, porque lo primero les estraga los ánimos y lo segundo las conciencias, y así no se deberían admitir en la Corte, porque además que es desacreditar a los generales y dar ocasión para que no sean tan obedientes como conviene, suelen traer papeles de abono falsos, o negociados y no dignos de que se dé fe alguna […]. En cuanto a los que su deleite los trae a la Corte con algún honesto color de pleito o pretensión, y viven viciosamente cubiertos en el tumulto, se deben usar las leyes ordinarias, como lo dispone el derecho, y haciendo justicia habrá escarmiento[1].


1.1.1.              Espacios de segregación.

          Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo: La hija de Celestina y la ingeniosa Elena.

          Era Perico hijo de de vecino de Madrid y tenía dos honrados entretenimientos, uno en el Rastro y otro en el Matadero, en que sucedió a su padre y abuelo, que le dejaron con este oficio tan rico como mal dotrinado[2].









II.         APÉNDICE DE TEXTOS


          A continuación se recogen una serie de citas literarias que amplían el análisis realizado en los anteriores capítulos. Siguiendo la línea metodológica del trabajo, estos extractos aparecen organizados en base a un criterio temático para facilitar la asociación a su correspondiente apartado.


4.1.       Medio ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua.


4.1.1.             Gonzalo de Céspedes y Meneses: Historias peregrinas y ejemplares. Los dos Mendozas.

          También los moros, según acostumbraron con las grandes y mejores poblaciones de esta provincia, en su asolación y pérdida la dieron nuevo nombre y el mismo que hoy conserva, aludiendo la significación de él a una de sus mayores excelencias, a sus frescos y saludables aires, porque Madrid no otra cosa significa, en su lengua, que lugar de buenos aires, y esto es tan cierto que ni en lo restante de España ni aun de la mitad del orbe se conoce sitio más sano, cielo más benévolo y claro, terreno más fértil, abundancia más llena, aguas más puras, rostros más hermosos y genios más lucidos, corazones más valientes, ánimos generosos y, sobre todo, virtudes y excelencias más en superior grado. Todo merced de sus influyentes estrellas, de su ciclo benigno y, finalmente, de sus incorruptibles y delicados vientos[3].

4.1.2.             Tirso de Molina: Don Gil de las calzas verdes.

Ya que a vista de Madrid,
y en su Puente Segoviana,
olvidamos, doña Juana,
huertas de Valladolid.
Ya que nos traen tus pesares
a que desta insigne puente
veas la humilde corriente
del enano Manzanares[4].

4.2.       La nueva Babilonia.

4.2.1.             Don Juan de la Hoz y Mota: El castigo de la miseria.

Si el pobre quiere, le sobra.
Madrid, que patria común
Con justa razón se nombra,
Todos sus hijos confunde;
Que en su inmensa Babilonia,
No de un barrio, de una calle,
De una casa las personas
Apenas distinguir puede
La vecindad más curiosa[5].

4.2.2.            Agustín Moreto: La ocasión hace al ladrón.

- Pedro: […] la corte, que es general puerto
del mundo, con bajíos peligrosos.

-  Beltrán: Válgate el diablo por hombre.
Madrid es mar; no te asombre
que no halles tan presto en él
un caimán, donde andan tantos.

-  Pedro: No he perdonado mesón.

-  Beltrán: Casas de posadas son
castillos de estos encantos.

[…]

-        Pedro: Beltrán, ¿aquesta es la corte
de Madrid? Con razón della
los que de España pasaban
me decían que era emblema
de ficciones y artificios,
por los engaños que encierra
su confusa Babilonia[6] .


4.2.3.            Juan Ruiz de Alarcón: La verdad sospechosa.

Casi me mueve a reír
ver cuán ignorante está
de la Corte. ¿Luego acá
no hay quién le enseñe a mentir?
En la Corte, aunque haya sido un extremo don García,
hay quien le dé cada día
mil mentiras de partido.
Y si aquí miente el que está
en un puesto levantado,
en cosa en que al engañado
la hacienda o honor le va,
¿no es mayor inconveniente
quien por espejo está puesto al Reino…? Dejemos esto,
que me voy a maldiciente[7].



4.2.4.            Antonio Liñán y Verdugo: Guía y Avisos de forasteros que vienen a la Corte.

        Pésame, señor don Diego, de veros fuera de la comodidad de vuestra casa y regalo en tiempo tan riguroso y veros expuesto á la descomodidad y confusión de esta Babilonia de Madrid[8].

4.2.5.            Ramón de Mesonero Romanos: Panorama matritense. Cuadros de costumbres de la capital.

        El aire de Corte es semejante al tufo de una pieza cerrada, que solo lo perciben los que vienen de fuera. […] Porque en la Corte el fantasma del poder nos persigue constantemente, obligándonos a estudiar y medir nuestras palabras y acciones[9].


4.2.6.            Alonso de Castillo de Solórzano: La niña de los embustes.

          Con todo mi carruaje y familia entré en aquel piélago de gentes, abismo de novedades, mar de peligrosas sirtes y, finalmente, hospicio de todas naciones. Recibióme como madre, y yo, como hija suya, alegréme de ver sus costosos edificios, sus nuevas fábricas, ocasión para aumentar cada día más vecindad a costa de las ciudades y villas de toda España; pues lo que aquí sobra de moradores, viene a hacer falta en ellas, despoblándose por poblar la Corte, hechizo que hace con todo género de gente[10].



4.3.       Hitos en el entramado urbano.

4.3.1.             Anónimo: Entremés de la Plaza Mayor para Navidad.

-       Regidor:   
¡Jesús, y qué confusión!
No he visto nunca tal sambra
como aquesta de Madrid.
¡Que haia yo dejado a Arganda
por venir a este bullicio
donde todo es manottadas,
rempujones, puntapiés,
(échanle zeniza) y…

-       Una:
Agua va.

-       Regidor:
¡Ah, borracha!
Por el siglo de mi madre
que he (de) subir a matarla[11].


4.3.2.            Agustín Moreto y Cabaña: Baile de las puertas de Madrid.

La Puerta soy de Alcalá
ermitaña de la legua,
pues junto al Retiro estoy
haciendo mi penitencia.

De Santa Bárbara soy
la Puerta que la festeja
y para dar verdes, tengo
una calle de Hortaleza.

Yo soy la Puerta del Sol,
hermosa, como yo mesma,
y así, que me ferie quiero
una gala que sea buena.

Yo soy la Puerta Cerrada,
con que en pedirme no acierta,
que aunque me sobre el metal,
me hace falta la moneda.

De la Vega soy, señores,
la Puerta, si hay quien lo crea,
aunque se hace cuesta arriba
ver una verdad tan cierta.

Yo soy la Puerta de Moros
y no me estiman las hembras
por viejo, que mi memoria
del Rey Perico se acuerda.

Yo soy de Guadalajara
bien conocida la Puerta,
y ando buscando un valiente
que me rompa cuanto tenga.

La Puerta de Toledo,
en quien está la braveza,
porque tengo el matadero
ya tomado por mi cuenta[12].


4.3.4.            Luis Quiñones de Benavente: El casamiento de la Calle Mayor con el Prado Viejo.

Casó la calle Mayor
con el señor Prado Viejo,
trocando la vecindad
en amable parentesco.
Convidadas a la boda
todas las calles vinieron;
que a la Mayor se le debe
la obediencia y el respeto[13].

4.3.4.            Juan Ruiz de Alarcón: Mudarse por mejorarse.

La Calle Mayor
pienso que se ha de llamar,
porque en ella ha de callar
del más pequeño al mayor.
Porque hay arpías rampantes,
que apenas un hombre ha hablado,
cuando ya lo han condenado
a tocas, cintas y guantes[14].

4.3.5.            Luis Vélez de Guevara: El diablo cojuelo.

          […] comenzaron a pasar coches, carrozas, y literas y sillas, y caballeros a caballo, y tanta diversidad de hermosuras y de galas que parecía que se habían soltado abril y mayo y desatado las estrellas[15]. [Hablando de la Calle Mayor]



4.3.6.            Tirso de Molina: Quien calla otorga.

Hay en la Calle Mayor
joyerías en que se halla
mucha carne de doncella,
y aunque ésta vale barata;
se vende en cintas.

[…]

Doncellas que andan en cinta
y se venden, tripulallas.
Calles que de puro enfermas,
por los licores que exhalan
sus perfumeras nocturnas
se han abierto, a ver de damas
fuentes que aumentan sus lodos;
porque afrentándose el agua
de vivir en arrabales,
ya se ha vuelto cortesana[16].


4.3.7.            Juan Ruiz de Alarcón: Mudarse por mejorarse.

De suerte,
cuando en San Felipe entraste,
en la gente te ocultaste,
que fue forzoso perderte.
Volvió a buscar el cochero;
mas poco remedio halló,
que también se le escapó[17].


4.3.8.                                         Luis Vélez de Guevara: El diablo cojuelo.

Y aquellas gradas que están allí enfrente-prosiguió la tal Rufina María- tan llenas de gente, ¿de qué templo son, o qué hacen allí tanta variedad de hombres vestidos de diferentes colores?
Aquéllas son las gradas de San Felipe- respondió el Cojuelo-, convento de San Agustín, que es el mentidero de los soldados, de adonde salen las nuevas primero que los sucesos[18].


4.4. El espacio doméstico.

4.4.1. Pedro Calderón de la Barca: La casa de los linajes.
       
      Sé que vive en la casa
Que desta calle a esotra calle pasa,
Cuyo corral es todo aposentillos,
Llenos de vecinillos,
Por cuyas varias gentes,
De oficios y de estados diferentes,
Tratos, usos, naciones y lenguajes,
 La Casa se llamó de los Linajes[19].

         4.5. Vida cotidiana.

4.5.1. Gabriel de Barrionuevo: Entremés famoso del Triunfo de los coches.
          […] pues sólo mire vuesa merced si lo es, pues jamás se ha hallado que coche haya llevado de su parte testigos, y él nos lleva adonde queremos ir y recrea a los cinco sentidos. Él da que vean los ojos, que huelan las narices, que guste la boca y toquen las manos; y, finalmente, él nos lleva por la ciudad en andas; y si vamos al Prado nos sirve de balcón, y si por camino, de galera despalmada, sin velas ni remos, sino con proa y popa, cómitre y forzados[20].

4.5.2. Pedro Lanini y Sagredo: Entremés del día de San Blas en Madrid.

¡Qué de bulla hay en la fiesta,
y de coches estancados![21]

4.5.3. Gil López de Armesto y Castro: Entremés famoso de las vendedoras en la Puerta del Rastro.

Manos y cuajares vendo,
y en esta puerta del Rastro,
aunque vendiendo los pelo,
a vender no me doy manos.
Lleven cuajares, lo que
al carnero no han hallado
costilla, porque no tienen
costilla para comprarlo […]

(Pónense con su cesta a un lado del tablado. Sale la que vende morcillas, con otra cesta, y canta)[22].





















III.      BIBLIOGRAFÍA

ALVAR EZQUERRA, Alfredo, El nacimiento de una capital europea. Madrid entre 1561 y 1606, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, Turner, 1989.
“Espacios sociales del Madrid de los Austrias”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 151-168.
Madrid en sus siglos de oro, Madrid, Comunidad de Madrid, 2001.
ÁLVAREZ-OSSORIO ALVARIÑO, Antonio, “Proteo en palacio. El arte de la disimulación y la simulación del cortesano”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 111-137.
ANTONUCCI, Fausta, “El espacio doméstico y su representación en algunas comedias calderonianas de capa y espada”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995), Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, pp. 57-81.
ARATA, Stefano, “Casa de muñecas: el descubrimiento de los interiores y la comedia urbana en la época de Lope de Vega”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995), Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, pp. 91-115.
AULNOY, Marie Catherine d’, Relación del viaje de España, ed. de García Mercadal, Madrid, Akal Bolsillo, 1996.
BARELLA, Julia (ed.), Madrid en la Novela I, Colección Madrid en la Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura, 1992.
BERENGUER, Ángel (ed.), Madrid en el Teatro I. Siglos de Oro, Colección Madrid en la Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura, 1994.
BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz, ¡Agua va! La higiene urbana en Madrid (1561-1761), Madrid, Marqués de Pontejos, 1998.
“Grandeza y miseria de Madrid en el Siglo de Oro”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 83-100.
BONET CORREA, Antonio, “De la Villa y Corte a la metrópoli moderna: la imagen pictórica de Madrid”, en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz y MORÁN TURINA, Miguel, Palabras pintadas. 70 miradas sobre Madrid, Sala de las Alhajas, Fundación Caja Madrid, 23 de marzo-20 de junio de 2004, pp. 63-75.
BOUZA ÁLVAREZ, Fernando Jesús, Palabra e imagen en la Corte. Cultura oral y  visual de la nobleza del Siglo de Oro, Madrid, Abada, 2003.
BRAVO MORATA, Federico, Los nombres de las calles de Madrid. II Edición corregida y muy aumentada y actualizada, Madrid, Fenicia, 1984.
CÁMARA, Alicia, “El teatro de la ciudad”, en Arquitectura y sociedad en el Siglo de Oro, Madrid, Ediciones El Arquero, 1990, pp. 215-223.
“La dimensión social de la casa”, en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz, La casa. Evolución del espacio doméstico en España. Volumen I: Edad Moderna, Madrid, El Viso, 2006, pp. 125-199.
“La ciudad en la Literatura del Siglo de Oro”, Anales de Historia del Arte, Volumen extraordinario, 2008, pp. 121-133.
CAMPO, José del, Lope y Madrid, Madrid, Artes gráficas municipales, 1935.
CORNEJO, Manuel, “Reflexiones sobre la funcionalidad del espacio urbano en El acero de Madrid de Lope de Vega”, Criticón nº 87-89, 2003, pp. 175-187.
“Reflexiones sobre la representación de Madrid en El sembrar en nueva tierra de Lope de Vega”, Criticón, nº 97-98, 2006, pp. 7-29.
 “La imagen burlesca de Madrid y la casa de la dama en Los melindres de Belisa de Lope de Vega”, en VEGA GARCÍA- LUENGOS, Germán y GONZÁLEZ CAÑAL, Rafael (coords.), Locos, figurones y quijotes en el teatro de los Siglos de Oro: actas selectas del XII Congreso de la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro, Almagro 15, 16 y 17 de julio de 2005, Madrid, 2007, pp. 81-97.
“La representación de Madrid en las comedias de Moreto”, en LOBATO, María Luisa y MARTÍNEZ BERBEL, Juan Antonio (coords.), Moretiana: adversa y próspera fortuna  de Agustín Moreto, Madrid, 2008, pp. 247-272.
CORRAL, José del, Las composiciones de aposento y las casas a la malicia, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1982.
ENTRAMBASAGUAS, Joaquín de, El Madrid de Lope de Vega, Madrid, Sección de Cultura-Artes Gráficas Municipales, 1963.
ESCUDERO GRISO, Juan Manuel, “Espacio rural versus espacio urbano en las primeras comedias de Lope de Vega”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995), Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, pp. 209-229.
GÁLLEGO, Julián, “El Madrid de los Austrias: un urbanismo de Teatro”, Revista de Occidente nº 73, Madrid, abril de 1969, pp. 19-53.
GARCÍA GARCÍA, Bernardo J., “La Nueva Babilonia de España”, en  MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 17-40.
“Cultura popular y ocios públicos”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 235-250.
GAVELA GARCÍA, Delia, “Perfilando géneros: algunas comedias urbanas del primer Lope”, en PEDRAZA JIMÉNEZ, Felipe B., GONXÁLEZ CAÑAL, Rafael y GÓMEZ RUBIO, Gemma, Espacio, tiempo y género en la comedia española. Actas de las II Jornadas de Teatro Clásico: Toledo, 14, 15 y 16 de noviembre de 2003, Almagro, Universidad de Castilla La Mancha, 2005, pp. 303-317.
GONZÁLEZ RAMÍREZ, David, “Rémoras y vagabundos en el Madrid de los Austrias. El mensaje contra la ociosidad de la Guía de y avisos de forasteros” (1620) entre los arbitrios de la época”, Dicenda: Cuadernos de Filología Hispánica nº 28, 2010, pp. 57-72.
HERRERO GARCÍA, Miguel, Madrid en el teatro, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC, 1963.
Oficios populares en la sociedad de Lope de Vega, Madrid, Editorial Castalia, 1977.
LIÑÁN Y VERDUGO, Antonio, Guía y Avisos de forasteros que vienen a la Corte, Madrid, Edison Simons, 1980 (ed. original 1646).
LORENZO VELASCO, Pilar de, El Paseo del Prado de Madrid en la Literatura, tesis doctoral, Madrid, UCM, 1990.
LOPEZOSA APARICIO, Concepción, “Referencias al Paseo del Prado en el teatro del Siglo de Oro”, Torre de los Lujanes nº 32, 1996, pp. 189-212.
MARAVALL, José Antonio, La cultura del Barroco, Barcelona, Ariel, 1981 (primera ed. 1975).
MARÍAS, Fernando, “Realidad e imagen decorosa: las ciudades españolas de Felipe II”, Reales Sitios nº 134, 1997, pp. 40-49.
MARTÍNEZ MARTÍN, Alejo (ed.), Madrid en la Poesía I, Colección Madrid en la Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura, 1993.
MESONERO ROMANOS, Ramón de, Panorama matritense. Cuadros de costumbres de la capital. III Tomos, Facsímil de la edición de Madrid de 1835, Madrid, Ediciones Atlas, 1982.
MOLINA, Tirso de, Doce comedias nuevas. Obras completas, tomo III, Madrid, Biblioteca Castro, Turner, 1997.
Don Gil de las calzas verdes, versión y dirección de Eduardo Vasco, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2006.
MORÁN TURINA, Miguel y PORTÚS PÉREZ, Javier, El arte de mirar: La pintura y su público en la España de Velázquez, Madrid, Ediciones AKAL, 1997.
MORÁN TURINA, Miguel, “No es fácil enseñarle Madrid a Erns Gombrich un lunes por la mañana”, en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz y MORÁN TURINA, Miguel, Palabras pintadas. 70 miradas sobre Madrid, Sala de las Alhajas, Fundación Caja Madrid, 23 de marzo-20 de junio de 2004, pp. 45-61.
MOYA BLANCO, Luis, Madrid, escenario de España, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1952.
MUÑOZ CORBALÁN, Juan Miguel y NARVÁEZ CASES, Carme, “Diseños de lo imaginado y estructuras de lo construido. La interacción escenoplástica de las fábricas arquitectónicas y la (des)integración del decoro en los espacios urbanos”, en CANALDA, Silvia, NARVÁEZ, Carme y SUREDA, Joan (eds.), Cartografías visuales y arquitectónicas de la modernidad. Siglos XV- XVIII, Universitat de Barcelona, 2011, pp. 261-283.
NUÑEZ DE CASTRO, Alonso, Libro histórico político. Sólo Madrid es Corte y el cortesano de Madrid, Madrid, 1658.
OROZCO DÍAZ, Emilio, El teatro y la teatralidad del Barroco, Barcelona, Editorial Planeta, 1969.
PÉREZ-CASTILLA ÁLVAREZ, Javier, “Rostro y Rastro literario de Madrid”, Revista Cálamo FASPE Nº 56, 2010, pp. 61-66.
PRIETO PALOMO, Teresa y MARTÍN BLANCO, Paulino, “La casa en la literatura española”, en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz, La casa. Evolución del espacio doméstico en España. Volumen I: Edad Moderna, Madrid, El Viso, 2006, pp. 201-265.
RÉPIDE, Pedro de, Las calles de Madrid, ed. Federico Romero, Madrid, Afrodisio Aguado, 1981.
Madrid visto y sentido, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 2002 (primera ed. 1948).
REYES LEOZ, José Luis de los, “Menosprecio de Corte y alabanza de aldea: Madrid y Getafe en la literatura del Siglo de Oro”, Edad de Oro, volumen 17, 1998, pp. 137-148.
REYRE, Dominique, “Madrid como nueva Jerusalén. Del espacio escatológico al espacio nacional en El nuevo palacio del Retiro, auto sacramental de Calderón de la Barca”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995), Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, pp. 497-515.
RÍO BARREDO, María José, “Burlas y violencia en el Carnaval madrileño de los siglos XVII y XVIII”, en POPEANGA, Eugenia y FRATICELLI, Barbara (eds.), Historia y poética de la ciudad. Estudios sobre las ciudades de la Península Ibérica, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, pp. 99-118.
RUIZ DE ALARCÓN, Juan, Mudarse por mejorarse. La verdad sospechosa, ed. Manuel Sito Alba, Barcelona, Plaza & Janés, 1986.
          SANTOS, Francisco de los, Día y noche de Madrid, pról. Julio Rodríguez Puértolas, Madrid, Consejería de Educación y Cultura, 1992 (ed. original 1663).
SANZ AYÁN, Carmen, “Bajo el signo de Júpiter: negocios y hombres de negocios en el Madrid del Seiscientos”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 61-79.
SENNETT, Richard, Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, Madrid, Alianza Editorial, 1997.
SIMÓN DÍAZ, José, “Las ferias de Madrid en la Literatura”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, II, Madrid, 1967, pp. 249-274.
“Breve historia literaria de la Plaza Mayor de Madrid”, Revista de Literatura nº 61-62, XXXI, Madrid, 1967, pp. 57-74.
“Estimación literaria de los factores naturales de la Villa”, Villa de Madrid nº 22-23, Madrid, 1968, pp. 12-21.
“El Buen Retiro en la Literatura”, Villa de Madrid nº24, Madrid, 1968, pp. 53-60.
La Poesía mural en el Madrid del Siglo de Oro, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC, 1977.
“Madrid en la poesía de Quevedo”, Villa de Madrid nº 68, Madrid, 1980, pp. 9-16.
Relaciones breves de actos públicos celebrados en Madrid de 1541 a 1650, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1983.
Guía literaria de Madrid. Volumen III, De la Puerta del Sol al Paseo del Prado, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños- Ediciones La Librería, 1997.
SIMÓN PALMER, María del Carmen, “La Ermita del cerrillo de San Blas”, Madrid, Anales del Instituto de Estudios Madrileños tomo IX, CSIC, 1973, pp. 117-126.
SLOMON, Nöel, Lo villano en el teatro del Siglo de Oro, Madrid, Editorial Castalia, 1985
VAREY, John E.Cosmovisión y escenografía: el teatro español en el Siglo de Oro, Madrid, Editorial Castalia, 1987.
VEGA, Lope de, ¿De cuándo acá nos vino?, edición de Mar Zubieta, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2009.
VEGA GARCÍA-LUENGOS, Germán, “En el Madrid de capa y espada de Ruiz de Alarcón”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995), Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, pp. 545-581.
VILLALBA PÉREZ, Enrique, “Delincuencia, marginación y control del orden público en el Madrid del siglo XVII”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, pp. 169-180.
ZYOMEZ, Henryk, Lo grotesco en la literatura española del Siglo de Oro, Madrid, Ediciones Alcalá, 1983.





[1]  Citado en VILLALBA PÉREZ, Enrique, “Delincuencia, marginación y control del orden público en el Madrid del siglo XVII”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, p. 169.
[2] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, p. 99.
[3] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, p. 142. 
[4] MOLINA, Tirso de, Don Gil de las calzas verdes, versión y dirección de Eduardo Vasco, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2006, p. 29.
[5] Citado en BERENGUER, Á., op. cit. p. 5, nota 2, pp. XIV-XV. 
[6] Citado en CORNEJO, Manuel, “La representación de Madrid en las comedias de Moreto”, en LOBATO, María Luisa y MARTÍNEZ BERBEL, Juan Antonio (coords.), Moretiana: adversa y próspera fortuna  de Agustín Moreto, Madrid, 2008, pp. 268-269.
[7] RUIZ DE ALARCÓN, Juan, Mudarse por mejorarse. La verdad sospechosa, ed. Manuel Sito Alba, Barcelona, Plaza & Janés, 1986, p. 206.
[8] LIÑÁN Y VERDUGO, Antonio, Guía y Avisos de forasteros que vienen a la Corte, Madrid, Edison Simons, 1980 (ed. original 1646), p. 49.
[9] MESONERO ROMANOS, Ramón de, Panorama matritense. Cuadros de costumbres de la capital. Tomo II, Facsímil de la edición de Madrid de 1835, Madrid, Ediciones Atlas, 1982, p. 67.
[10] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, pp. 130-131.
[11] Citado en BERENGUER, Á., op. cit. p. 5, nota 2, pp. 1-2. 
[12] Íbidem, pp. 229-232. 
[13] Íbidem, p. 281.
[14] RUIZ DE ALARCÓN, J., op. cit. p. 28, nota 29, p. 85.
[15] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, p. 63.
[16] MOLINA, Tirso de, op. cit. p. 14, nota 20, p. 784.
[17] RUIZ DE ALARCÓN, J., op. cit. p. 28, nota 29, pp. 83-84.
[18] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, p. 64.
[19] Citado en BERENGUER, Á., op. cit. p. 5, nota 2, p. 88.
[20] Íbidem,  p.58.
[21] Íbidem, p. 195.
[22] Íbidem, pp. 205-206. 



[1] SANTOS, Francisco de los, Día y noche de Madrid, pról. Julio Rodríguez Puértolas, Madrid, Consejería de Educación y Cultura, 1992 (ed. original 1663), p. 106. 
[2] MOLINA, Tirso de, op. cit. p. 14, nota 20, p. 1059. 
[3] VEGA, Lope de, ¿De cuándo acá nos vino?, edición de Mar Zubieta, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2009, p. 45.
[4] LORENZO VELASCO, Pilar de, El Paseo del Prado de Madrid en la Literatura, tesis doctoral, Madrid, UCM, 1990.
[5] ANTONUCCI, Fausta, “El espacio doméstico y su representación en algunas comedias calderonianas de capa y espada”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995), Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, p. 57
[6] Citado en BARELLA, Julia (ed.), Madrid en la Novela I, Colección Madrid en la Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura, 1992, p. 213.
[7] SIMÓN DÍAZ, José, “Las ferias de Madrid en la Literatura”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, II, Madrid, 1967, p. 249.
[8] HERRERO GARCÍA, Miguel, Oficios populares en la sociedad de Lope de Vega, Madrid, Editorial Castalia, 1977, pp. 136-137.





[1] “Nunca, en ningún momento, llegó a decretar que Madrid iba a llegar a ser la “capital” mediante un traslado oficial del gobierno. Simplemente así sucedió, y ello fue en junio de 61, cuando el monarca decidió llevar la corte de Toledo a Madrid. El día 6 de ese mismo mes se reunió el consejo real, el 11 se hizo cargo de su puesto un magistrado de la Corona, el Corregidor, y el día 12 ya había sentado plaza el propio rey. Después el consejo municipal decretó que la corte se hallaba en Madrid a partir del día 16, y en ella permanecería durante cuarenta años hasta que, a la muerte de Felipe II, su hijo la trasladara a Valladolid”. ALVAR, Alfredo, El nacimiento de una capital europea. Madrid entre 1561 y 1606,  Madrid, Ayuntamiento de Madrid, Turner, 1986, p. 39. 
[2] Citado en BERENGUER, Ángel (ed.), Madrid en el Teatro I. Siglos de Oro, Colección Madrid en la Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura, 1994, pp. XV-XVI.
[3] “La actuación en la vida como personaje teatral […] comportamiento de sentido escénico: un actuar como personaje del teatro del mundo, sintiéndose contemplado como si estuviese en escena”. OROZCO DÍAZ, Emilio, El teatro y la teatralidad del Barroco, Barcelona, Editorial Planeta, 1969, p.109.
[4] “Característica esencial de la sociedad estamental fue la de reconocerse a sí misma, en sus jerarquías y en sus grados, viéndose en una casi infinita serie de fiestas y ceremonias que periódicamente y a lo largo del año se re-presentaban. La liturgia del orden plural que daba cuerpo a una comunidad. […] Una de las formas canónicas de reflejar en la práctica esta estructura de desigualdad social no fue otra que reservar y jerarquizar convenientemente espacios particulares para cada uno de los estamentos, de esta forma, tanto exaltar como preservar la diferencia era, así, vista, defendida y difundida. Bien podría decirse, entonces, que la sociedad estamental conllevó una peculiar economía del espacio y, con él, de la visión de los distintos cuerpos sociales, siendo posible, por supuesto, que se pretendiese romper este cerrado y predeterminado orden de espacios vistos”. BOUZA ÁLVAREZ, Fernando Jesús, Palabra e imagen en la Corte. Cultura oral y  visual de la nobleza del Siglo de Oro, Madrid, Abada, 2003, p. 71. 
[5] CÁMARA, Alicia, “El teatro de la ciudad”, en Arquitectura y sociedad en el Siglo de Oro, Madrid, Ediciones El Arquero, 1990, p. 215.
[6] DÍAZ, Simón, Relaciones breves de actos públicos celebrados en Madrid de 1541 a 1650, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1983, p. 14.
[7] MOYA BLANCO, Luis, Madrid, escenario de España, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1952, pp. 8-12. 
[8] BONET CORREA, Antonio, “De la Villa y Corte a la metrópoli moderna: la imagen pictórica de Madrid”, en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz y MORÁN TURINA, Miguel, Palabras pintadas. 70 miradas sobre Madrid, Sala de las Alhajas, Fundación Caja Madrid, 23 de marzo-20 de junio de 2004, p. 63.
[9] CORNEJO, Manuel, “Reflexiones sobre la representación de Madrid en El sembrar en nueva tierra de Lope de Vega”, Criticón, nº 97-98, 2006, p. 24.
[10] Íbidem, p. 22.
[11] SIMÓN PALMER, María del Carmen, “La Ermita del cerrillo de San Blas”, Madrid, Anales del Instituto de Estudios Madrileños tomo IX, CSIC, 1973, p. 117.
[12] BONET CORREA, A., op. cit. p. 7, nota 8, p. 67.
[13] Citado en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz y MORÁN TURINA, Miguel, Palabras pintadas. 70 miradas sobre Madrid, Sala de las Alhajas, Fundación Caja Madrid, 23 de marzo-20 de junio de 2004, p. 87.
[14] Íbidem, p. 98.
[15] Íbidem, p. 138.
[16] CORNEJO, M., op. cit. p. 8, nota 9, pp. 8-16.
[17] Citado en GARCÍA GARCÍA, Bernardo J., “La Nueva Babilonia de España”, en  MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, p. 20. 
[18] Citado en BLASCO ESQUIVIAS, B. y MORÁN TURINA, M.,  op. cit. nota 13, p. 10, p. 186.
[19] GÁLLEGO, Julián, “El Madrid de los Austrias: un urbanismo de Teatro”, Revista de Occidente nº 73, Madrid, abril de 1969, p. 36.
[20] MOLINA, Tirso de, Doce comedias nuevas. Obras completas, tomo III, Madrid, Biblioteca Castro, Turner, 1997, p. 184.